Entre la multiplicidad de formatos textuales que construyen la narración, el más decisivo es el de las cartas. De hecho, el capítulo X completo está destinado a la transcripción de la correspondencia entre Randoph Ash y Christabel LaMotte. Muchas de ellas son largas disquisiciones que sirven para contextualizar a Ash y a Christabel en su posición como un hombre y una mujer única y diferente del siglo XIX.