Entrevista a Héctor Ruiz Martín

viernes 15 de mayo 2020

En nuestro último blog sobre evaluación formativa recomendamos el libro: “¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza”, del autor Héctor Ruiz Martín. Héctor es el director de la "International Science Teaching Foundation”, donde ha desarrollado varios proyectos en educación y es especialista en psicología cognitiva del aprendizaje. Hemos tenido la suerte de poder entrevistarle y preguntarle sobre el impacto de la situación actual en el aprendizaje, el rol de la evaluación en el aula virtual y cómo puede afectar este contexto incierto las emociones de los alumnos. 

Le agradecemos su colaboración y le deseamos mucho éxito con su libro y sus nuevos proyectos.  

Muchos profesores están desbordados por el cambio tan repentino de la enseñanza en el aula a la enseñanza a distancia. Sienten que no estaban preparados. ¿Qué dirías a estos profesores para tranquilizarles? ¿En qué se deberían concentrar?

Situaciones como esta nos hacen reflexionar sobre cuál es el papel fundamental de la escuela en la sociedad. Al hacerlo, podemos arrojar luz sobre qué prioridades deberíamos tener. En este sentido, sabemos que el impacto de la escuela es mucho mayor en aquellos niños de entornos socioeconómicos deprimidos, que encuentran en ella estímulos intelectuales (y en ocasiones también emocionales) que por desgracia con frecuencia no tienen en sus hogares. Por ello, son estos los estudiantes que más perjudicados pueden salir de esta situación. Para comprender este impacto diferencial, podemos acudir a la investigación educativa y en concreto fijarnos en el fenómeno llamado la «pérdida estival»: el efecto que los periodos largos de vacaciones tienen en detrimento del aprendizaje escolar, de manera que los alumnos experimentan cierta regresión respecto a lo aprendido.

Esta pérdida afecta a todos los alumnos, pero lo hace de forma mucho más relevante en el caso de los estudiantes de familias con menos recursos. Concretamente, las mayores diferencias se producen en matemáticas y en comprensión lectora. En uno de los primeros estudios destacables que analizó este fenómeno, Barbara Heyns observó que los estudiantes de familias de bajo nivel socioeconómico prácticamente realizaban los mismos progresos que los de nivel socioeconómico medio durante el periodo lectivo. Sin embargo, durante las vacaciones de verano, los niños de familias de nivel socioeconómico bajo se quedaban atrás respecto a sus compañeros (recordemos que son datos estadísticos). Otros estudios evidencian que esta desventaja puede acumularse a lo largo de los años. De hecho, ya existen diferencias importantes en cuestiones de competencia lingüística desde el primer año de escolaridad, según el nivel socioeconómico y educativo de las familias.

El estudio de Heyns también revela que los niños que leen más libros en verano son los que más desarrollan su competencia lectora, sean del grupo socioeconómico que sean. Asimismo, el uso de las bibliotecas públicas es uno de los mejores predictores de las ganancias en vocabulario. Por tanto esta investigación no solo nos permite apreciar el papel crucial de la escuela como promotor de la integración y la igualdad (la educación es, al fin y al cabo, una de las palancas de movilidad social más relevantes que tenemos), sino que, en la situación actual, también nos invita a volver nuestra atención hacia aspectos tan esenciales como la lectura, incluyendo la motivación para leer, el disfrute de la lectura y, cómo no, la mejora de la comprensión lectora.

Se acerca el mes de junio, lo que significa en el hemisferio norte, la temporada de exámenes. ¿Cómo se puede transferir la evaluación del aula a las plataformas on-line?¿Qué cambios se deben realizar? ¿Qué les recomiendas?

Creo que tenemos una oportunidad extraordinaria para reflexionar sobre la evaluación. Puesto que entiendo que la pregunta se refiere a la evaluación acreditativa del final de año escolar, no voy a discurrir aquí sobre la importancia de transitar hacia una evaluación formativa (evaluación para el aprendizaje). Pero aun así, hay muchas cosas sobre las que reflexionar. Por ejemplo, sobre la forma en que evaluamos la calidad de los aprendizajes. Un examen que se pueda resolver sin dificultades buscando las respuestas en internet no es una buena prueba evaluativa. No lo es por diversos motivos. El primero es que este tipo de exámenes, que requieren de un grado de comprensión bajo, pueden superarse estudiando el día antes, lo que nos lleva a un aprendizaje superficial y efímero. Y no creo que eso sea lo que deseamos los docentes. Que un estudiante pueda superar un examen pero una semana después apenas recuerde nada, no es nuestro objetivo, claramente. Por otro lado, este tipo de exámenes no suelen ayudarnos a averiguar si los estudiantes han comprendido realmente lo que deseábamos que comprendieran. Es por ello que debemos plantearnos la necesidad de diseñar pruebas evaluativas que se enfoquen en la transferencia del aprendizaje. Me refiero al tipo de exámenes que se hacen con acceso a los libros y los apuntes, incluso a internet. Son exámenes en que los estudiantes no solo demuestran lo que saben, sino que demuestran lo que saben hacer con lo que saben. Es decir, exámenes que requieren de razonamiento y de demostrar la capacidad de usar lo aprendido en nuevos contextos, para resolver nuevos problemas. Entiéndase un problema desde la interpretación de un texto a la creación de una obra, a ser capaz de identificar un concepto en una nueva situación o de proporcionar ejemplos sobre el mismo, entre otras posibilidades. Los exámenes que apuntan a evaluar la capacidad de transferir el aprendizaje no pueden superarse sin una adecuada comprensión de la materia. Además, nos informan de aprendizajes que son mucho más duraderos.

Pero hasta ahora las preguntas han estado centradas en nosotros, los profesores, ¿qué emociones crees que pueden sentir los alumnos respecto a su aprendizaje a distancia? ¿Crees que afecta este cambio a su motivación, a la memoria al sentirse más ansiedad, o al aprendizaje en general?

Pues dependerá mucho del caso concreto del estudiante. Justo ayer leí en el New York Times una carta de un niño de 13 años que confesaba que era mucho más feliz aprendiendo desde casa porque podía centrarse en su aprendizaje sin las interrupciones que continuamente ocasionaban sus compañeros en clase, por no hablar de las burlas que le dedicaban y demás comportamientos desafortunados. En su opinión, estaba aprendiendo mucho más ahora que cuando acudía a clase, porque podía estudiar sin tales distracciones y gozaba de mayor atención por parte de sus profesores, quienes también perdían menos tiempo ahora que no debían sofocar rebeliones en clase. No obstante, evidentemente, el estudiante de la carta también confesaba echar de menos el trato personal con sus amigos y profesores. Esta segunda parte es la que probablemente resulte igual para la mayoría, sea cual sea su situación en clase, pero no creo que resulte grave. En cualquier caso, el ejemplo de este estudiante nos habla de otro de los factores que diferenciará el impacto que esta situación pueda tener sobre el aprendizaje de los estudiantes. En efecto, aquellos estudiantes con mayores habilidades de autorregulación se verán menos afectados que los que dependan mucho más del seguimiento e instrucciones de sus profesores. El estudiante autorregulado es el que toma las riendas de su aprendizaje y planifica las acciones que llevará a cabo para aprender. Se organiza, se automotiva y las pone en marcha, para luego monitorizarlas y evaluarlas, y decidir si debe cambiar alguna cosa para mejorar su aprendizaje. Esto es, el estudiante con habilidades de autorregulación es más autónomo y cuenta con mayor iniciativa, por lo que no es tan dependiente del profesor. No en vano, la investigación revela que las habilidades de autorregulación del aprendizaje pueden ser mejor predictor del éxito académico incluso que el cociente intelectual. Es por esto que una de las cosas que no podemos olvidar los docentes estos días es que debemos ayudar a nuestros estudiantes a autorregularse. Por ejemplo, enviarles un montón de actividades sin un plan de trabajo distanciará a los estudiantes que saben organizarse de los que no.


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