¿Qué español enseñar?

domingo 19 de febrero 2012

Como muchos autores lo afirman los contenidos de la enseñanza deben estar relacionados a las necesidades de los estudiantes y, por ende, el mejor modelo o variedad a seguir, en este caso, sería el que más se adecúe y responda mejor a los intereses y actitudes de los aprendices.

Nuestra tarea como profesores sería presentar un modelo coherente de la lengua donde se donde se pueda apreciar tanto la diversidad como la unidad. Sin lugar a dudas, teniendo en cuenta la gran variedad lingüística que tiene nuestra lengua, no es posible ni siquiera considerar un modelo si primero no se entienden claramente conceptos como lengua, dialecto, habla, sociolecto, tecnolecto o estilo.  Lo que está claro es que el modelo será diferente de acuerdo al español que se “quiera aprender”.  No es lo mismo enseñar español a aprendices de  Estados Unidos que necesitarán español para establecer negocios en México, que enseñar español a adultos alemanes que desean pasar sus vacaciones en Palma de Mallorca o que impartir clases a estudiantes europeos que preparan su año sabático en Sudamérica.

Si bien es cierto que como lo afirma Moreno Fernández:

«Las peculiares características del mundo hispánico hacen que adquiera una especial relevancia la colaboración de las academias de la lengua española porque la norma culta del español, la que ha de servir de modelo para la estandarización monocéntrica y para la enseñanza no es única sino múltiple.  No existe una comunidad de habla cuyos hablantes más prestigiosos sirvan de referencia lingüística para el resto del mundo hispánico».

 Esto es lo que el autor describe como un caso de estandarización monocéntrica (norma académica única) construida sobre una realidad multinormativa (norma culta policéntrica).  Lo que implica que a la hora de la elección del modelo a enseñar, se deberían tener en cuenta dos parámetros el geográfico, es decir el lugar o lugares específicos  y el social, teniendo en cuenta los grupos sociolingüísticos. En todo caso, la lengua a enseñar debería ser la lengua culta estándar que Hernández Alonso ha caracterizado como aquella que

«ha de tener un alto prestigio y una buena aceptación, como modelo, por los hablantes; es la base del lenguaje literario, aunque éste la sobrepase y depure; sirve para expresar mensajes de carácter estético, científico, práctico, técnico y de los medios de comunicación tanto escritos como orales; evita vulgarismos, dialectalismos y regionalismos, y todo rasgo informal; presta un instrumento lingüístico capaz de la expresión de vivencias y afectos, así como enunciados abstractos...»

Sin embargo,  como lo menciona el mismo autor la lengua estándar que debemos enseñar y “en” la que se debe enseñar si bien coincide con la culta, tiene un mayor grado de flexibilidad, en el sentido que la lengua estándar es capaz de adaptarse a las necesidades comunicativas más diversas. «Esta flexibilidad ha de ser controlada, estabilizada por una codificación apropiada.» Lo que no quiere decir que no se puedan enseñar otras variedades, al contrario,  la interpretación, descripción de otros dialectos deben servir para lograr una mayor comprensión de la norma estándar-culta y «así dotar a los alumnos de unos instrumentos que les faciliten una mejor y más adecuada expresividad».

Moreno Fernández propone tres modelos prototípicos de enseñanza y aprendizaje del español: el modelo del español de Castilla, es decir la norma culta castellana; el modelo del español de cada zona principal, lo que significa el modelo de la zona hispánica más cercana, con la que se tiene mayor relación y el modelo de una modalidad panhispánica o modelo general, el cual es muy difícil llevar a la práctica ya que como se menciona en el artículo de Moreno Fernández “el español general no lo habla nadie” y se corre el riesgo de crear una lengua artificial. Estos modelos difieren no sólo por la configuración del español, sino también por la variedad de necesidades que se deben satisfacer a la hora de enseñar y la diversidad de lugares desde los que se debe enseñar. Sumado a esto, debemos también considerar que los profesores hispanohablantes pueden también tener distintos orígenes ya sea geolinguísticos como sociolingüísticos.

Para ejemplificar nuestra postura, explicaremos brevemente una de nuestras experiencias profesionales.

 “Soy argentina e impartí clases de español como lengua extranjera durante ocho años a alumnos entre 12 y 18 años en Inglaterra. Ningún alumno tenía español como lengua materna y la mayoría eran ingleses.  Lo primero que tuve que hacer fue ¡“aprender español de Castilla”!, aunque la incorporación de este modelo fue sólo parcial. Es decir, tuve ante todo que aprender muchísimo léxico relacionado con campos semánticos específicos, como la comida, el transporte, etc. Incorporé el “tú” sin problemas, supongo que porque cuando fui al colegio estudiamos la conjugación de los verbos con el “tú” y el “vosotros” aunque nunca incorporé el último en mi habla. Desde el comienzo del curso, no importaba la edad de los alumnos, les explicaba principalmente lo del seseo, ya que los alumnos tenían también profesores de la península y además los materiales estaban también basados en el español de la península.  A la hora de pronunciar, les decía que podían optar por una variedad u otra (con respecto al seseo) pero que debían ser consistentes. Nunca tuve ningún problema, al contrario, creo que era una variante muy rica en el aula. Con los aprendices más avanzados, trabajaba con diversos materiales auténticos  presentando las distintas variedades del español, pero siempre tenía en cuenta que en los exámenes que iban a tener al final del curso, la variedad requerida era el español de Castilla, en la mayoría de los casos.

Tuve algunos casos de clases privadas donde específicamente impartí clases del español de Argentina, ya que los alumnos preparaban su año sabático allí y deseaban conocer las características particulares del español en determinada región o provincia”.

Creemos que lo más importante como profesores es ser flexibles a la hora de elegir el modelo de lengua que debemos enseñar, como hemos querido resaltar, teniendo en cuenta las necesidades, intereses, actitudes de los aprendices.  Siempre, por supuesto, promocionando y defendiendo las normas cultas de las variedades que se elija. Como bien lo ha expresado Hernández Alonso introducir criterios como “recomendable, tolerable e inaceptable” en tales situaciones, contextos o lugares crearía un contexto enriquecedor que aunando el respeto a las variedades, focalizaría la norma estándar-culta. 


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