El autoconcepto es el conjunto de creencias que tenemos de nosotros mismos, sobre quiénes somos y nuestras capacidades. Esta percepción no siempre coincide con la realidad sino que es el resultado de múltiples experiencias que nos han afectado positiva o negativamente. Hay individuos que se sobrevaloran y otros que se infravaloran. El gran problema es, muchas veces, que lo que creemos sobre nosotros mismos es lo que proyectamos sobre los demás y terminan viéndonos como nosotros creemos que somos.

Como consecuencia, este concepto de nosotros mismos se refleja en nuestras actitudes y nuestras acciones y por supuesto en el aprendizaje. En la clase, si yo estoy convencido de que no soy bueno aprendiendo lenguas, nunca podré llegar a serlo. Como dice Jane Arnold, una de las autoras que más se ha ocupado de los elementos afectivos,  “el modo en el que sentimos sobre nosotros mismos y nuestras capacidades puede facilitar o impedir el aprendizaje.”

Especialmente es durante la adolescencia donde esta cuestión adquiere mayor relevancia. Erikson afirma que esta es un periodo en el que el mayor desafío lo constituye la búsqueda de la identidad. Los adolescentes todavía no saben bien cómo son, lo que piensan, o lo que quieren y es en estos años cuando van encontrando las respuestas. De ahí que la labor del profesor sea también ayudar al alumno a corregir sus creencias falsas porque parte de esta búsqueda define su autoconcepto como aprendiz de lenguas. Hay algunos alumnos que ya vienen a nuestras clases con malas experiencias por lo que tendrán un mal concepto de sí mismos. Este punto lo tenemos que tratar desde el principio del curso hablándolo con ellos y dándoles un buen feedback. Se puede utilizar el cuento del “elefante encadenado” de Jorge Bucay.

Aquí tenéis el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=GrPabK-N6NE